Desde
la ventana a Inés no se le escapa ningún detalle del barrio, a sus 96 años,
aunque ha enhebrado miles de agujas, conserva una buena vista, lo que le permite llenar su tiempo
mirando como transcurren los días para personas desconocidas que corren calle
de Toledo abajo, algunas huyen del destino, otras lo buscan y todas se topan con
él.
Le
comenta a la chica que viene a ayudarla, que se siente con ella, que no hace
falta que limpie tanto, que la ve muy cansada y flaca, que tome unas magdalenas
y un vaso de leche caliente y así mientras, pueden charlar un rato. Lupe la
mira con resignación y la sigue la corriente, en el fondo siente la soledad de
la señora y la da pena. Es el momento en que aprovecha Inés para lanzarse a una
de sus historias sobre su juventud en los años de guerra, cuando España se
desangraba cada día.
Lupe
moja las magdalenas entre las explicaciones de Inés, y le da un sorbo de
leche casi mirando cómo cortaban las
telas de los uniformes y escuchaba tararear
las canciones de las aprendizas de costura en el taller, Inés la cuenta que tenía
un medio novio, un miliciano que cuando estaba de permiso las acompañaba a ella
y a su hermana hasta casa. Aquella tarde esperaba mirando el reloj y justo
cuando fue la hora, comenzó a sonar la sirena y quiso apurar a ver si aparecía,
pero su hermana la insistía que se fueran ya. Ella se aferraba a que Toni ya
estaba al llegar, el taller se vació, el edificio entero corrió al refugio,
ella sabía que tendrían que correr calle Toledo abajo, hasta llegar a la boca
del metro, el lugar más seguro para
protegerse de los aviones alemanes.
En este momento a Inés se le llenan los ojos de
lágrimas, contando cómo se entretuvo ese día, pensando que las alarmas avisaban
con demasiado tiempo. Cuando salió de allí prácticamente la calle ya estaba
vacía, algunas parejas corrían a lo lejos. El edificio no era seguro, no tenían
otra opción que esconderse en el metro. Aunque salió escopetada, a Consu no se le daba muy bien correr, la llevaba
de la mano para apurar. Las dos se embalaron calle abajo, daba igual todo, el
único objetivo era correr y escapar del infierno que las perseguía. El corazón
comenzó a latir muy fuerte, le dolían las sienes, se prometió a si misma
mientras sorteaba los socavones de la calle que no volvería a salir las últimas,
los ruidos de las bombas se sentían cada vez más cercanos. Apretó la mano de
Consu que la seguía con dificultad, pero se la escurrió. Inés en este momento cierra
los ojos con un gesto de dolor, los vuelve a abrir mirando con mucha tristeza a
Lupe y entonces la relata cómo sintió una ráfaga de metralleta a su espalda,
pero no pudo mirar atrás, siguió corriendo y corriendo desesperadamente,
intentando no pensar hasta bajar las escaleras del metro, a las profundidades
de la Tierra, una vez allí todo se volvió blanco, el tiempo se paró, también
para su hermana Consu, que quedó muerta, por las ráfagas de ametralladora de un
avión de combate del ejército alemán.
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