Escuchar, relatar compartiendo. Quédate con nosotras, búscanos entre las nubes...



jueves, 14 de mayo de 2015

El mensaje.


Abrió el sobrecito de té y encontró esta leyenda: 

“Life is a flow of love, your participation is requested” (La vida es un flujo de amor, se pide tu participación).

 Quedó unos segundos en silencio… escuchaba solo su respiración, hasta que el agua comenzó a hervir, la echó en la taza y se sentó oliendo el aroma que desprendía el sobre de té verde.

Ese día Ana tuvo una motivación distinta, pensó que aquel mensaje la había transformado o quizás no había cambiado nada y  solo era que ahora veía mejor esa luz especial que tiene cada día y sentía el calor de la vida que nace en este instante, creado por ti.




domingo, 21 de abril de 2013

LA CARRERA



Desde la ventana a Inés no se le escapa ningún detalle del barrio, a sus 96 años, aunque ha enhebrado miles de agujas, conserva una buena  vista, lo que le permite llenar su tiempo mirando como transcurren los días para personas desconocidas que corren calle de Toledo abajo, algunas huyen del destino, otras lo buscan y todas se topan con él.

Le comenta a la chica que viene a ayudarla, que se siente con ella, que no hace falta que limpie tanto, que la ve muy cansada y flaca, que tome unas magdalenas y un vaso de leche caliente y así mientras, pueden charlar un rato. Lupe la mira con resignación y la sigue la corriente, en el fondo siente la soledad de la señora y la da pena. Es el momento en que aprovecha Inés para lanzarse a una de sus historias sobre su juventud en los años de guerra, cuando España se desangraba cada día.

Lupe moja las magdalenas entre las explicaciones de Inés, y le da un sorbo de leche  casi mirando cómo cortaban las telas de los uniformes y escuchaba  tararear las canciones de las aprendizas de costura en el taller, Inés la cuenta que tenía un medio novio, un miliciano que cuando estaba de permiso las acompañaba a ella y a su hermana hasta casa. Aquella tarde esperaba mirando el reloj y justo cuando fue la hora, comenzó a sonar la sirena y quiso apurar a ver si aparecía, pero su hermana la insistía que se fueran ya. Ella se aferraba a que Toni ya estaba al llegar, el taller se vació, el edificio entero corrió al refugio, ella sabía que tendrían que correr calle Toledo abajo, hasta llegar a la boca del metro, el lugar más seguro  para protegerse de los aviones alemanes.


 En este momento a Inés se le llenan los ojos de lágrimas, contando cómo se entretuvo ese día, pensando que las alarmas avisaban con demasiado tiempo. Cuando salió de allí prácticamente la calle ya estaba vacía, algunas parejas corrían a lo lejos. El edificio no era seguro, no tenían otra opción que esconderse en el metro. Aunque salió escopetada,  a Consu no se le daba muy bien correr, la llevaba de la mano para apurar. Las dos se embalaron calle abajo, daba igual todo, el único objetivo era correr y escapar del infierno que las perseguía. El corazón comenzó a latir muy fuerte, le dolían las sienes, se prometió a si misma mientras sorteaba los socavones de la calle que no volvería a salir las últimas, los ruidos de las bombas se sentían cada vez más cercanos. Apretó la mano de Consu que la seguía con dificultad, pero se la escurrió. Inés en este momento cierra los ojos con un gesto de dolor, los vuelve a abrir mirando con mucha tristeza a Lupe y entonces la relata cómo sintió una ráfaga de metralleta a su espalda, pero no pudo mirar atrás, siguió corriendo y corriendo desesperadamente, intentando no pensar hasta bajar las escaleras del metro, a las profundidades de la Tierra, una vez allí todo se volvió blanco, el tiempo se paró, también para su hermana Consu, que quedó muerta, por las ráfagas de ametralladora de un avión de combate del ejército alemán.

El silencio se apodera de la casa, Lupe la agarra fuerte la mano, piensa en las carreras emprendidas buscando o huyendo de tantas cosas…  Se levanta, recoge la mesa y deja a Inés mirando por la ventana buscando una puerta en la calle que abriéndola  la permita modificar la Historia.

sábado, 16 de febrero de 2013

AMASANDO LA VIDA






Yo no sé cómo empecé, pero sí  que recuerdo la primera vez que me vi con los dedos pringosos de masa de pan antes de enharinarla, renegando por qué me había metido en la ventura de  hacer pan. De hecho pasaron unos cuantos años hasta que volví a intentarlo.
Esta mañana me he puesto temprano a preparar la masa con levadura madre y la quiero dejar que suba bien para que quede la miga esponjosa, y si termino pronto voy a hacer unos bollos de leche, para que los tengan calientes en el desayuno.
Amasar pan como quien amasa la Vida, mientras la aplasto con mis manos desnudas, y medito sobre  cómo la existencia también se va adaptando a lo que la vayamos añadiendo, refrescándola con más harina o más agua. Cómo la vida nos amasa a su vez a nosotros, con descubrimientos, llegadas, sorpresas, partidas, sueños  y sueños rotos que quedaran olvidados en el fondo de la mesilla, dentro de una caja amarilla.



Son estos momentos tan tranquilos, la casa entera duerme, solo se escuchan los pájaros, cuando pienso en todo lo que me inquieta. Por eso me gusta preparar pan a estas horas, para poder sentir  lo que la masa me cuenta, hablándome de las preocupaciones de Teo para sacar el taller adelante, que si Julia sigue teniendo celos de Juanito…, incluso averiguo cosas del pueblo que nadie me había contado nunca.
También  refrescando con agua o harina según siento la masa en mis dedos,  vienen a mí la gente que se ha ido;  parece que tengo al lado la respiración de mi madre, con su voz ahogada  cuando hablaba de papá, escucho otra vez sus consejos, la veo con sus ojos acuosos de amor y una sonrisa siempre en su pensamiento. A la tía Aurora se la oye refunfuñar por los niños en la huerta y a mi padre, que le encantaba el olor a pan recién hecho, hacer ruido con el martillo en el establo, siempre estaba arreglando algo una vez jubilado. Mientras amaso tengo cerca sus recuerdos, todos los momentos felices, y eso me hace sentir bien.
Y doy otro repaso a qué será de nuestra vida si el taller sigue sin clientes, no sé cómo nos las apañaremos, no dejo de preocuparme aunque a Teo le animo constantemente y le digo:
- “Es bueno tener un plan B. Siempre podemos cambiar el taller de coches, por uno de bicis y yo podría montar un horno de pan y hacer madalenas y bollos. Creo que no nos debemos sentir fracasados,  sino que tendremos una nueva oportunidad para volver a intentarlo”.
Ya está la masa, para que suba la tapo con un paño y a esperar que crezca. Ahora preparo la de los bollos de leche, pero antes pongo el horno a calentar.
En este momento siempre recuerdo que mi madre me decía:
“Hija, igual que la masa de pan crece y en el horno se cuece, nosotros ante lo que acontece vamos aprendiendo y creciéndonos.”
Ángeles Trouillhet
Febrero 2013

domingo, 10 de febrero de 2013

A VECES LAS PALABRAS SE ME PIERDEN.



A veces las palabras se me pierden. Se escapan de mi boca para esconderse más arriba, como a medio metro de mi cabeza.
Entonces una voz interior me pide que cierre los ojos e imagino esa misma palabra como objeto, visualizo su textura, su forma, la llamo.
Muy lentamente consigo que se acerque,  jugando con  paciencia y  concentración, pero sigue borrosa y escurridiza.
Permanezco con los ojos cerrados, observando sus formas posibles, como distraída, para que piense que no tengo interés en recuperarla.
Se relaja y la pillo.
Ya los puedo abrir:   Soñar.
-.-.-.-.-.-.-.-.- 
Soñar es una palabra bella, amplia, tan amplia como la quieras crear, por eso se escapa y vuela, para que tú te muevas, te diluyas, te condenses, te entregues, consciente o inconscientemente de tu viaje en su búsqueda.