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sábado, 16 de febrero de 2013

AMASANDO LA VIDA






Yo no sé cómo empecé, pero sí  que recuerdo la primera vez que me vi con los dedos pringosos de masa de pan antes de enharinarla, renegando por qué me había metido en la ventura de  hacer pan. De hecho pasaron unos cuantos años hasta que volví a intentarlo.
Esta mañana me he puesto temprano a preparar la masa con levadura madre y la quiero dejar que suba bien para que quede la miga esponjosa, y si termino pronto voy a hacer unos bollos de leche, para que los tengan calientes en el desayuno.
Amasar pan como quien amasa la Vida, mientras la aplasto con mis manos desnudas, y medito sobre  cómo la existencia también se va adaptando a lo que la vayamos añadiendo, refrescándola con más harina o más agua. Cómo la vida nos amasa a su vez a nosotros, con descubrimientos, llegadas, sorpresas, partidas, sueños  y sueños rotos que quedaran olvidados en el fondo de la mesilla, dentro de una caja amarilla.



Son estos momentos tan tranquilos, la casa entera duerme, solo se escuchan los pájaros, cuando pienso en todo lo que me inquieta. Por eso me gusta preparar pan a estas horas, para poder sentir  lo que la masa me cuenta, hablándome de las preocupaciones de Teo para sacar el taller adelante, que si Julia sigue teniendo celos de Juanito…, incluso averiguo cosas del pueblo que nadie me había contado nunca.
También  refrescando con agua o harina según siento la masa en mis dedos,  vienen a mí la gente que se ha ido;  parece que tengo al lado la respiración de mi madre, con su voz ahogada  cuando hablaba de papá, escucho otra vez sus consejos, la veo con sus ojos acuosos de amor y una sonrisa siempre en su pensamiento. A la tía Aurora se la oye refunfuñar por los niños en la huerta y a mi padre, que le encantaba el olor a pan recién hecho, hacer ruido con el martillo en el establo, siempre estaba arreglando algo una vez jubilado. Mientras amaso tengo cerca sus recuerdos, todos los momentos felices, y eso me hace sentir bien.
Y doy otro repaso a qué será de nuestra vida si el taller sigue sin clientes, no sé cómo nos las apañaremos, no dejo de preocuparme aunque a Teo le animo constantemente y le digo:
- “Es bueno tener un plan B. Siempre podemos cambiar el taller de coches, por uno de bicis y yo podría montar un horno de pan y hacer madalenas y bollos. Creo que no nos debemos sentir fracasados,  sino que tendremos una nueva oportunidad para volver a intentarlo”.
Ya está la masa, para que suba la tapo con un paño y a esperar que crezca. Ahora preparo la de los bollos de leche, pero antes pongo el horno a calentar.
En este momento siempre recuerdo que mi madre me decía:
“Hija, igual que la masa de pan crece y en el horno se cuece, nosotros ante lo que acontece vamos aprendiendo y creciéndonos.”
Ángeles Trouillhet
Febrero 2013

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